La escuela Valenciana del siglo XV

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La gran epidemia de la peste de 1348, así como sus sucesivas oleadas durante la última mitad del siglo XIV diezmaron a toda la población europea, incluyendo a la península ibérica y a la Corona de Aragón, que tenía como centro económico y político a la ciudad de Barcelona. Esta situación, aunada con la guerra civil hicieron que desde 1370 emergiera una segunda ciudad como puerta comercial de los territorios hispánicos hacia el mediterráneo: Valencia.

La urbe vivió un auge social y económico durante los últimos decenios del siglo XIV. Continuó a lo largo de todo el XV, convirtiéndose en uno de los grandes centros comerciales a nivel internacional y provocando una fuerte migración poblacional de distintos territorios como la vecina Corona castellana, o incluso de Italia y otras zonas del mediterráneo. El crecimiento económico y poblacional creó también una fuerte demanda de la labor artística que hasta entonces no había sido particularmente fructífera en la zona. Esta misma migración provocó también una división del trabajo artesanal -antes la labor individual de un pintor se extendía a realizar todo tipo de encargos-, y pronto se desarrolló una fuerte especialización de las diferentes técnicas y modalidades.

Así, muchos pintores extranjeros se asentaron en el Reino de Valencia en el último cuarto del siglo XIV, y con ellos se comenzó a organizar una estructura gremial que no existía en la zona valenciana tardomedieval.  Los pintores que llegaron a la ciudad de Valencia procedían de distintas partes de Europa, desde la cercana Cataluña, como Pere Nicolau, o desde la lejana Florencia, cada vez más próxima debido al nuevo sistema comercial que Valencia había asimilado como puerto de entrada a la Corona de Aragón. Esta diversidad de proveniencias, y los estilos que los pintores traían consigo, hizo que la ciudad de Valencia se convirtiera en un núcleo de fusión estilística de diferentes escuelas y modelos pictóricos.

Dentro de las diferentes influencias que tienen encuentro en esta zona, podemos destacar dos principales: la de la escuela florentina, de la mano del maestro Gerardo di Jacobo, también llamado Starnina, llegado a Valencia alrededor del año 1395, y quien traería un nuevo modelo de representación de sus figuras y el espacio inspirado en el estilo del pintor florentino Giotto, que sería fuertemente asimilado por los pintores locales de la ciudad. La otra línea que podemos encontrar, y que se fusiona con la tradición local, impulsada por grandes pintores como Lorenzo Zaragoza o Pere Nicolau, quien dirigió uno de los más grandes talleres catalanes a finales del XIV, es la línea flamenquizante que cobraría mucha fuerza tras la llegada de Marçal de Sas, un pintor que con mucha probabilidad viniera de la ciudad de Gante.

El calvario y la corriente flamenca en
valencia a mediados del siglo XV

Existe un cierto consenso en delimitar los alcances de la primera generación de artistas góticos valencianos hacia 1408, fecha en que muere Pere Nicolau, dejando tras de sí un taller local con un estilo relativamente definido, influenciado por dos corrientes: la flamenca de  Marçal de Sas -con quien trabajó en la realización de varios encargos-; y la florentina de Starnina, así como marcado también por la corriente italo-gótica que se encontraba dentro de los gustos más populares de la Corona de Aragón. Esta fusión de lo local con lo foráneo conformaría en la segunda generación de artistas valencianos un estilo muy particular que resaltaría en grandes nombres como Miguel Alcanyç, pero también en Jaume Mateu, Gonçal Peris o Antoni Peris, quienes trabajarían principalmente desde 1408 hasta 1450.

Debido al progresivo aumento del gusto flamenco que se instaló en Valencia y que llegaría a su máximo bajo el reinado de Alfonso V el Magnánimo, elementos como la expresividad de las figuras o la incorporación del paisaje cobraron una importancia esencial. Este último elemento, incluso llegaría a sustituir los fondos dorados propios del primer gótico, insertándose en la continua búsqueda de los artistas por llegar a una pintura más naturalista que incorporara el realismo, detalle y fidelidad de las figuras representadas. El viaje que realizó el valenciano Luis Dalmau a Flandes en 1431, trajo más elementos pictóricos propios de esta región, aspectos que resultan imprescindibles para comprender el salto cualitativo –en términos de naturalismo- de la pintura en Valencia durante las décadas de 1440 a 1460.

De la mano de estos artistas, Valencia inició una nueva etapa dominada por el estilo hispano-flamenco, que se expandiría por todo Aragón. Tras Dalmau, varios artistas siguieron esta manera de representación, como Joan Reixach o Jacomart, quienes asentaron las bases para que la pintura del Renacimiento llegara a Valencia.

Es en esta línea donde se inscribe el Calvario de la colección Arocena, ejemplificando la transición de la segunda generación de artistas del gótico internacional hacia el estilo dominado por la influencia flamenca. En esta tabla podemos observar que los personajes que la integran cobran elementos cada vez más expresivos, sin llegar todavía a los niveles que se establecerían en la segunda mitad del siglo XV. El fondo, que en obras de periodos anteriores era dominado por la hoja de oro, aquí se ha convertido en un rico paisaje natural que muestra colinas, ríos, árboles y la línea general de una ciudad en la lejanía, enmarcada por dos formaciones rocosas que delimitan el espacio del cuadro. Aunque el autor tiene intenciones cada vez más naturalistas, aún conserva elementos de figuración simplista que corresponden más bien a modelos ideales establecidos por pintores anteriores y a la tradición local.

El centro de la composición es dominado por la figura de Jesucristo en la cruz. Los ojos cerrados nos muestran que ya ha muerto, manera de representación que fuera adoptada en España en la pintura de calvarios posteriores al siglo XIV. Los personajes que se encuentran en el fondo de la composición ya han dejado de ser solamente la Virgen María y San Juan, como era usual en el periodo medieval, para dar pie a una composición multitudinaria de ocho personajes que densifican la parte inferior del cuadro. Iconográficamente podemos distinguirlos de izquierda a derecha como las dos Santas Mujeres, María Cleofás y María Salomé que acompañan a la Virgen María, aquí caracterizada con una mueca de dolor mudo, “que invariablemente muestra la dignidad que le corresponde a la Madre de Dios”.  Nicodemo le sigue, con un martillo en la mano que serviría para remover los clavos de Jesucristo, prefigurando el episodio del descendimiento de la cruz.  María Magdalena abraza amorosamente la cruz, sin llegar a hincarse ni a demostrar apasionadamente su dolor, como se vería en representaciones posteriores del Calvario. José de Arimatea, ya ubicado a la derecha de Jesucristo, acompaña su dolor con un gesto representativo de esta emoción . San Juan, el discípulo favorito, les continua, posándose por enfrente de otro espectador no identificado, representando al resto del pueblo cristiano.  Esta gran cantidad de personajes aumentan con ellos el dramatismo de la escena, creando así una imagen de rico contenido simbólico que refleja plenamente la transición estilística del gótico tardío hacia una nueva manera de representación pictórica de la zona valenciana.

Destaque 1: Artistas en la valencia del siglo XV

La historiadora Matilde Miquel Juan señala que, en el siglo XV, de alrededor de 200 pintores documentados en el reino de Valencia, únicamente un 10% se dedicó a la pintura de retablos u obras mayores, y el resto a la elaboración y decoración de objetos artísticos como cofres, banderas, cortinas, y demás elementos de índole decorativo. Esta cifra nos permite establecer la fuerte demanda de objetos artísticos que no necesariamente se limitaba a la pintura devocional o de retablos.

 

Destaque 2:  Obras relacionadas: el retablo de los gozos de la virgen.

Este retablo es un ejemplo del estilo florentino, inspirado fuertemente en el estilo del pintor Giotto, y que fuera introducido por el pintor Starnina en la ciudad de Valencia. La tipología estilística de este pintor, fusionada ya en un estilo propiamente valenciano, habría sido continuada por uno de los pintores de la segunda generación de la escuela valenciana, Miguel Alcanyç, quien ya en el siglo XV colaboraría en muchos retablos producidos en la época. Aunque el retablo de la colección Arocena dista de la calidad pictórica de las obras conocidas de este pintor, puede acercarse a obras conocidas realizadas por su taller, en torno a la década de 1420.