Obras de Don Francisco de Quevedo Villegas
Tomo tercero
Amberes (Bélgica), 1699
Impresión por Enrico y Cornelio Verdussen
Grabados por Lamberecht Cause y B. Bernaerts
Papel de trapo, 8º. 592 pp.
Encuadernación rústica con costura
Signaturas: []2, A-Z4 2A-2Z4, 3A-3Z4, 4A – 4F2
22.1 x 17.5 x 4 cm.
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El argentino Jorge Luis Borges terminó su introducción a la recopilación Francisco de Quevedo: prosa y verso (Emecé Editores, 1948) diciendo del español que “es menos un hombre que una dilatada y compleja literatura”. Esta certera descripción hace énfasis en un aspecto fundamental del corpus literario de Francisco de Quevedo (1580 – 1645), señalando el extraño abordaje que ha de hacerse para comprender la relevancia de sus textos: al entrar a su amplio laberinto literario debe uno aguzar el oído y acallar la mente, pues la trascendencia del escritor español no está en los temas elegidos para sus composiciones, sino en su pródiga utilización del lenguaje. Como mejor lo describe Borges: “la grandeza de Quevedo es verbal”.
El ingenio literario de Quevedo, al igual que muchos de sus contemporáneos durante el Siglo de Oro español, incursionó en muchos de los géneros populares en ese entonces: firmó al igual ensayos filosóficos que tratados de doctrina cristiana, obras de teatro, comentarios políticos e incluso una novela picaresca. En su versatilidad, lo mismo escribió la vida de San Pablo Apóstol (1644) que pequeñas obras escatológicas y satíricas, como sus gracias y desgracias del ojo del culo (1628). Sobre la diversidad de sus creaciones comentó su coetáneo Lope de Vega en un texto donde realiza un catálogo de ingenios notables, titulado Laurel de Apolo (1630): “Espíritu agudísimo y suave, / dulce en las burlas, y en las veras grave; / Príncipe de los Líricos, que el solo / pudiera serlo, si faltara Apolo”.
EL PARNASO ESPAÑOL
“Príncipe de los líricos” llama Lope de Vega a Quevedo, pues si bien abordó distintos ángulos de la creación prosaica de manera formidable, fue mayor y ampliamente reconocido en vida y en la posteridad por sus creaciones en verso. Esta fama es especialmente notable siendo que, salvo su participación en la antología Flores de poetas ilustres de España (1605), su obra poética no circuló de manera impresa sino hasta 1648, con la publicación de El parnaso español, tres años después de fallecido el autor. Antes de este suceso y durante toda la vida de Quevedo, versiones manuscritas circularon por España. Su candidez, ingenio y profundo entendimiento de la cultura popular hicieron que se distribuyeran vertiginosamente por el territorio hispánico, encumbrándolo como uno de los grandes poetas satíricos de su tiempo.
Diego Rodríguez de Sila y Velázquez
El parnaso español, monte en dos cumbres, dividido con las nueve musas castellanas es una recopilación realizada por el librero Pedro Coello, quien costeó la edición; así como por el humanista y amigo de Quevedo, José Antonio González de Salas, quien estuvo a cargo del cuidado de la misma. Éstos iniciaron, junto con el autor, una compilación de su obra poética, al seleccionarla y dividirla en nueve apartados, correspondientes a cada una de las nueve musas de la mitología grecolatina, habitantes del Monte Parnaso: Clío, musa de la historia, recoge panegíricos de personajes ilustres del pasado y presente de Quevedo; Polimnia, musa de los cantos sagrados, es una sección dedicada a comentarios morales del autor; Melpómene, a cargo de la tragedia, recoge sus elegías; Erato, musa de la poesía amorosa, es una selección de este género; Terpsícore, musa de la danza, recoge letrillas bailables; y Talía, representante de la comedia, hace lo mismo con las sátiras y composiciones burlescas del autor.
La muerte sorprende a José Antonio González de Salas habiendo publicado únicamente seis de los nueve apartados previstos. No sería sino hasta 1670 que Pedro Aldrete, sobrino de Quevedo, terminaría el trabajo con Las tres musas últimas castellanas: Euterpe, un nuevo apartado que continúa la poesía amorosa; Calíope, con poesía satírica; y Urania, con sus poemas religiosos.
A partir de estas compliaciones, y hasta 1700, se imprimieron al menos otras cinco ediciones de sus poesías en España y en el extranjero (Pérez Cuenca, 2013). Éstas a menudo reprodujeron la distribución utiilzada en El parnaso español y las tres musas últimas, además de incluir obra en prosa, con la finalidad de intentar reunir las obras completas del autor español. La biblioteca Arocena cuenta con el tercer tomo, el dedicado únicamente a su obra poética, de una edición de 1699 publicada en Bruselas por Enrico y Cordelio Verdussen. Éstos obtuvieron el privilegio de impresión de Francisco Foppens, mercader e impresor de la obra de Quevedo durante el tercer cuarto del siglo XVII en territorio flamenco, hasta ese momento todavía propiedad del monarca español Carlos II.
EL CONCEPTISMO
Sin duda, la poesía de Quevedo es una de las cumbres más altas, tal como atestigua el título de su Parnaso, en la corriente literaria conocida como “conceptismo”, uno de los estilos más propios del barroco español. El “concepto”, tal como lo describe Baltasar Gracián en su libro de 1648 Agudeza y arte de ingenio, “consiste […] en una primorosa concordancia, en una armónica correlación entre dos o tres cognoscibles extremos, expresada por un acto del entendimiento. De suerte que se puede definir el concepto: es un acto del entendimiento que expresa la correspondencia que se halla entre los objetos.”
Quevedo malea el idioma y desarrolla un máximo de signficado en un mínimo de forma a través del uso de hipérboles, símiles o metáforas que concatenan conceptos diametralmente opuestos, creando nuevos significados y demostrando su “ingenio”: por ejemplo, diciendo desierto estoy de mi, que me ha dejado / mi alma propia en lágrimas deshecho (Euterpe, XIX), señala, mediante un juego paradójico, la sensación faltante de alguien que ha perdido una parte de sí en una relación afectiva.
El tema amoroso es constante a lo largo de su corpus poético, al igual que los versos que dedica a la contemplación de la muerte, un tópico muy socorrido en las artes del Siglo de Oro español: Ya no es ayer, mañana no ha llegado,/ hoy pasa, y es, y fue, con movimiento, / que a la muerte me lleva despeñado (Polimnia, XXVI). En Quevedo, el concepto metafísico encuentra una de sus más altas manifestaciones como un vehículo para la expresión íntima de las angustias del poeta, revocando toda afirmación que el sentimiento se esconde más allá de las palabras.
BIBLIOGRAFÍA:
- ARBESÚ, David. La manipulación ideológica de las obras de Quevedo en la Inglaterra del siglo XVII en “La perinola” #10. EUA, 2006.
- CARREÑO VELÁZQUEZ, Elvia. El libro antiguo. Gobierno del Estado de México, 2013.
- DADSON, Trevor. La difusión de la poesía española impresa en el siglo XVII en “Bulletin Hispanique”, #113, pp. 13-42. Burdeos, Francia, 2011.
- GRACIÁN, Baltasar. Agudeza y arte de ingenio en que se explican todos los modos y diferencias de concetos, con ejemplares escogidos de todo lo más bien dicho, así sacro como humano. Impresores Gerónimo y Juan Bautista Verdussen. Amberes, 1669.
- MOLL, Jaime. El proceso de formación de las “obras completas” de Quevedo en RONCERO, Victoriano y DUARTE, Enrique (eds.) “Quevedo y la crítica a finales del siglo XX”. Pp. 365-376. España, 2013.
- NAVARRO DE KELLEY, Emilia. El concepto metafísico en la poesía de Francisco de Quevedo en “Cuadernos hispanoamericanos” #262. Pp. 142-150. España, 1972.
- PÉREZ CUENCA, Isabel. La difusión de la obra poética de Quevedo entre manuscritos e impresos (siglos XVII y XVIII) en “Criticón” #119, pp. 67-83. España, 2013.
Secciones adicionales:
LOS “VIAJES” DE QUEVEDO
“Cuando los viajes de Francisco de Quevedo por el Polo Sur estaban ya cercanos a su fin, el escritor se encontró en un país habitado exclusivamente por mujeres, donde la presencia masculina estaba totalmente prohibida”.
Este pasaje ficticio es del libro anónimo The travels of Don Francisco de Quevedo trough Terra Australis Incognita, un episodio imaginado en la literatura inglesa en el que destaca la popularidad de Quevedo en la Inglaterra de los Estuardos. Este ejemplo, de otros que también circularon por el país anglosajón, aprovechó la creación de un personaje para asegurar un público lector ávido de noticias del autor español.
UN ESCRITOR “INGENIOSO”
El ingenio y la agudeza fueron conceptos literarios clave durante el Siglo de Oro español. A través de la utilización de diversas figuras literarias, los autores debían demostrar su ingenio y agudeza en la elaboración y concatenación de conceptos que produjeran pasiones o risas en sus lectores. La mejor descripción de la época sobre estos conceptos la escribió Baltasar Gracián en su libro de 1648 Agudeza y arte de ingenio.
QUEVEDO CONTRA GÓNGORA
Una de las rencillas más famosas del mundo literario fue la de Quevedo y el escritor Luis de Góngora (1561 – 1627). Se dice que el segundo acusó al primero de imitar su poesía satírica bajo seudónimo, lo cual inició una guerra de versos que afortunadamente subsisten hasta hoy en día. Por ejemplo, Quevedo escribe:
Yo te untaré mis obras con tocino
Para que no las muerdas, Gongorilla,
Perro de los ingenios de Castilla,
Docto en pullas, cual mozo de camino;
(Mss. 3.795, f. 77v, B. N.)