Libro en Contexto 04

S.N. (SAMUEL NATHANIEL) BEHRMAN

Historia de un anticuario. Memorias de Duveen, Rey de los Anticuarios.
Selecciones de Reader’s Digest
Madrid, 1962
Encuadernación en pasta dura
96 p.p. más ilustraciones
14.2 x 20 x 1.2 cm.

Resumen:

Retrato biográfico de Joseph Duveen (1869 – 1939), marchante de arte que, gracias a su monopolio de venta de las obras de antiguos maestros europeos, transformó el gusto artístico de los millonarios estadounidenses en el primer tercio del siglo pasado. Los cuadros que por su mediación llegaron a dicho país ahora se exhiben en museos de altísimo perfil como la National Gallery of Art (Washington) y The Metropolitan Museum of Art (Nueva York). Con la autoría de S.N. Behrman (1893 – 1973), connotado dramaturgo, guionista, biógrafo y columnista para The New Yorker; y los comentarios de obra artística del ensayista y crítico de arte Thomas Craven (1888 – 1969), en este libro descubrimos al comerciante de arte Duveen como el marchante que descubrió que Europa rebosaba arte y América, dinero.

Historia de Historia de un anticuario

La reseña de Historia de un anticuario, biografía de Joseph Duveen (1869 – 1939), podría ser un ensayo acerca del mercado del arte y el coleccionismo en el primer tercio del siglo XX. También, un compendio de las aventuras de un marchante que, en palabras del propio autor, descubrió que Europa rebosaba arte y América, dinero (BEHRMAN, 1962, pág. 5). En este comentario se hará un balance entre las historias contenidas en el libro y la historia del libro mismo, sin olvidar el retrato personal y anecdótico que hace el autor del marchante Duveen y sus contemporáneos.  

RAPHAEL (1483- 1520)

The Small Cowper Madonna (c.1505)

Óleo sobre tabla

Colección Widener

National Gallery of Art

El ejemplar es una versión española publicada en Selecciones de Reader’s Digest destinado a una amplia divulgación, a juzgar por el perfil de la editorial misma. Como revista de publicación mensual se especializó desde 1922 en condensar material propio y de terceros para satisfacer un perfile de lectura ligero y de ocasión. Esta Historia publicada en 1962, fue destinada a los suscriptores, que conforman hasta hoy el mayor porcentaje de ventas. Encuadernado en pasta dura, forma francesa apaisada y con un huecograbado de inspiración renacentista en tonos sepia como portada, al final se ilustra con nueve láminas impresas a color y los comentarios de obra artística por parte del ensayista y crítico de arte Thomas Craven (1888 – 1969).

Originalmente publicado en seis partes durante el otoño de 1951 por The New Yorker, (Remnick, 2013) Historia de un anticuario es un texto autoría de S.N. Berhman (1893 – 1973), asiduo columnista además de connotado dramaturgo y guionista de cine. Éste no sería el primer perfil biográfico que publicara en The New Yorker. En 1952, sus columnas sobre Duveen se compilaron en un libro de crónica periodística más inclinado hacia la ficción que al rigor histórico. Con ello, Berhman contribuía al mito.  

Duveen Brothers y el mercado del arte

En una primera etapa, la firma Duveen Brothers estuvo a cargo de Joseph Joel Duveen (1843 – 1908), padre del Joseph Duveen de nuestro libro, y de su hermano menor Henry J. Duveen (1855 – 1918). Se especializaron en la cerámica de Delft de su país natal Holanda y en porcelana china, tapices, mobiliario y pinturas de antiguos maestros europeos. Tuvieron tres sedes: Londres (1879), Nueva York (1886) y París (1897) (The Getty. Collection Inventories and Finding Aids, s.f.). A la muerte de Joseph Joel, la casa de Nueva York quedó bajo la dirección de su hijo, cargo que ocupó de 1909 y hasta su fallecimiento treinta años después.

FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES (1746 – 1828)

Manuel Osorio Manrique de Zúñiga

Óleo sobre tela

The Jules Bache Collection, 1949

The Metropolitan Museum of Art  

A partir de prácticas comerciales algo heterodoxas y un dominio casi exclusivo de la importación de obras de los antiguos maestros europeos, Duveen Brothers influyó el gusto artístico de su adinerada clientela y, en consecuencia, en la formación de destacadas colecciones que, póstumamente, fueron donadas para la conformación de museos públicos en los Estados Unidos como National Gallery of Art (Washington), The Metropolitan Museum of Art (Nueva York) y The Huntington Library, Art Collections, and Botanical Gardens (California).

Su éxito no hubiera sido posible sin la alianza entre la nobleza europea ansiosa por vender y los millonarios estadounidenses dispuestos a comprar. Esta generación de autócratas industriales surgida en la llamada Gilded Age del capitalismo estadounidense, aparece en numerosas anécdotas a lo largo del libro, a saber: Jules Bache, Benjamin Altman, Henry Clay Frick, J. Paul Getty, William Randolph Hearst, Henry E. Huntington, J.P. Morgan, Samuel H. Kress, William C. Whitney, Joseph E. Widener, Albert D. Lasker, Andrew Mellon y John D. Rockefeller.

THOMAS LAWRENCE (1769 – 1830)

Sarah Barret Moulton: Pinkie (1794)

Óleo sobre tela

The Huntington Library,

Art Collections, and

Botanical Gardens

Behrman intenta distanciar la ambición de Duveen de la de su clientela al llamarle un hombre de su época, y así continúa: era la época de los monopolios, y de aquí que la carrera de Duveen estuviera dominada por una tendencia monopolista (BEHRMAN, 1962, pág. 52). Como en otros tantos mitos, la historia se filtra entre las fisuras.

Adquirir “un Duveen”

En las páginas de Historia, Behrman retrata con gran empatía a un Duveen como un marchante de gestos grandilocuentes, incluso dramáticos, que compraba y vendía a precios exorbitantes bajo el lema: cuando se paga caro lo que no tiene precio, entonces se consigue barato (BEHRMAN, 1962, pág. 21). Evidente que no sólo vendía arte, sino toda una forma de vida: la de una aristocracia europea que no existía en los Estados Unidos.

WILLIAM REID DICK (1879 – 1961)

Joseph Joel Duveen (1933)

Piedra

National Portrait Gallery

A partir de la anécdota se describen sus tácticas que ombinaban lo personal y lo profesional: al tiempo de satisfacer las necesidades más simbólicas de sus compradores, también resolvía con pragmatismo sus demandas. Les abría las puertas de las nobles casas europeas y los entretenía en sus caprichos cuando viajaban, incluso, arreglaba enlaces matrimoniales. Organizaba traslados de un continente a otro, les dejaba obras en depósito por años sin fianza y realizaba remodelaciones exhaustivas en sus residencias con el sólo propósito de colocar un lote de pinturas. Persuadió al mercado de que ninguna pintura que valiera la pena podía ser comprada si no era a través de su intercesión, de ahí que llegaran a nombrarse las obras vendidas por él como “un Duveen”. 

A lo largo de las páginas, el autor explica que Duveen Brothers tuvo la solidez crediticia de un negocio estructurado gracias a su amistad con banqueros y financieros. A largo plazo, como personaje no se diferenció demasiado en cuanto a sus prácticas comerciales de aquellos. Para sustentar su monopolio, compraba a sus rivales las obras que no eran de su agrado sólo para esconderlas en su propio sótano. Sostuvo su posición en el mercado, asegurándose que ninguno de sus cuadros bajara de precio, incluso comprándolos él mismo en subasta.

GEORGE CHARLES BERESFORD (1864 – 1938)

Retrato de Joseph Joel Duveen (1939)

Plata sobre gelatina

National Portrait Gallery

Por otra parte, en esta biografía nos comenta el autor que Duveen contó con la asistencia de expertos como Bernard Berenson, connotado conocedor del arte renacentista italiano, con quien por décadas hizo mancuerna en la autentificación y compra venta de obras. De éste, afirmó: Berenson podrá saber si un cuadro es auténtico, pero sólo yo sé si es vendible. (BEHRMAN, 1962, pág. 56). Este sentido de lo comercial es ponderado por nuestro autor sin plantear de manera crítica el rol que el marchante tuvo en la formación de las colecciones de sus clientes que, a fin de cuentas, establecerían los acervos de los museos que abrieron en los años posteriores gracias a sus generosos donativos.

Epílogo

Duveen Brothers empezó a declinar como negocio tras el fallecimiento de Joseph en en 1939, momento en que su sobrino, Armand Lowengard y Edward Fowles tomaron el mando de la firma. Al fallecimiento del primero en 1943, Fowles asumió la presidencia. La ocupación nazi forzó al cierre de la sede en París y la de Londres cerraría poco tiempo después. A pesar de contar con clientes estadounidenses notables como Henry Ford II y Robert Lehman, la casa nunca volvió al esplendor de otros tiempos, cerrando definitivamente la sede de Nueva York en 1964. (The Getty. Collection Inventories and Finding Aids, s.f.)

REFERENCIAS

BEHRMAN, S. (1962). Historia de un anticuario. Memorias de Duveen, Rey de los Anticuarios. Madrid: Selecciones de Reader’s Digest.

Remnick, D. (2013, August 30). The New Yorker. Retrieved from Letter from the Archives: S.N. Berhman: Letter from the Archive: S. N. Behrman

The Getty. Collection Inventories and Finding Aids. (n.d.). Retrieved from Duveen Brothers records, 1876-1981 (bulk 1909-1964): http://archives2.getty.edu:8082/xtf/view?docId=ead/960015/960015.xml;chunk.id=aspace_9ad39111810a628e0fc9ea56a3554595;brand=default

CÁPSULAS  

1

La Galería Knoedler, propone a Duveen adquirir en conjunto Pinkie (1794) de Thomas Lawrence y repartir las ganancias de la venta a un seguro comprador del que no revelaron su nombre. Duveen los rechaza y paga un costo elevadísimo en subasta. La ofrece a Andrew Mellon, el comprador misterioso, pero éste declina al conocer la suma. A la mañana siguiente telefoneó a H.E. Huntington quien finalmente adquirió la pintura.

2

Hacia el final de su vida, Duveen dijo: “A excepción de Rembrandt y Franz Hals, no volveré a comprar sino cuadros italianos. Puedo vender cualquier Rembrandt o Franz Hals, por modestos que sean; pero cuando se llega al Renacimiento, se encuentra la belleza física. Y esto, la belleza física, es lo que desean mis clientes”. (BEHRMAN, 1962, pág. 42)

2.1.

Gilbert Miller, yerno del millonario Jules Bache, solicitó un descuento en el precio de un Goya. Su suegro prontamente pagó el precio original: escucha, Gilbert – le dijo-, Duveen cuenta entre sus clientes a los hombres más importantes del mundo. Tiene a Mellon. ¿Por qué habría de brindarme a mí un cuadro excepcional cuando puede ofrecérselo a Mellon? (BEHRMAN, 1962, pág. 45).