La vida inmóvil. Naturalezas muertas.
Parece una idea simple: flores, frutos, vasijas, animales y diversos objetos expuestos en una mesa. Artistas de diversas latitudes y periodos históricos, sin embargo, mostraron el sentido que esta idea podía tener, el retrato de una serie de objetos estáticos cuyo mensaje (de ahí su fuerza) es el detener el paso del tiempo.
La selección de obra reunida en esta muestra propone una guía para comprender el desarrollo del género desde el siglo XVII hasta el siglo XXI a través de obras de artistas en su mayoría mexicanos, que muestran la relevancia y permanencia de las naturalezas muertas en el arte, realizadas en diversos medios plásticos como la pintura, el grabado, el dibujo y el video, puestos en diálogo con la colección de arte decorativo y utilitario del Museo Arocena. A partir de cuatro ejes temáticos: “El deleite de los sentidos”, “El entorno social”, “La experiencia moderna” y “La fotografía del objeto natural”, se señalan diferentes rutas artísticas que abarcan casi 500 años de procesos plásticos dedicados al género.
Las obras que ilustran la vida inmóvil poseen una fuerte carga simbólica al mostrar el freno del tiempo que permite una reflexión interna de la mortalidad del ser humano y los objetos que, alguna vez vivos y frágiles, permanecen ahora estáticos.
El Museo Nacional de Arte, INBA, agradece la valiosa aportación del Museo Arocena para lograr esta exposición que muestra la colección de ambos recintos. Se trata de un proyecto cultural que además de conseguir los propósitos que en torno a la difusión del arte y la cultura se ha trazado, cumple con su objetivo de estrechar lazos de cooperación para exhibir el desarrollo del arte nacional e internacional. Igualmente, agradecemos el preciado apoyo de los equipos de ambos museos, así como a todas las instituciones y personas involucradas en esta muestra.
Museo Nacional de Arte – INBA
Hermenegildo Bustos (1832 – 1907)
Bodegón con piña, 1877
Óleo sobre tela
Museo Nacional de Arte, INBA
Presentación
Reconocemos en una composición pictórica, las características propias de la naturaleza muerta: el tema se concentra en lo inanimado -lo inmóvil- como frutas, verduras, presas de caza y pesca; objetos domésticos y culinarios diversos. Añadiríamos además la representación precisa de un espacio acotado, limitado por definición.
En la Europa del siglo XVII surgieron varias denominaciones: en el norte, stilleven (vida momentánea) que en habla inglesa se nombra still life; en Italia, natura morta (naturaleza muerta); y para España, bodegones (de bodega) o vanitas (vacuo). Las distintas acepciones denotan un acercamiento diferente al tema que, a su vez, otorga distintos significados a un fenómeno pictórico aparentemente idéntico. Las principales diferencias al construir un imaginario alrededor del que pueden resumirse como algo relativo o proveniente de la despensa o bodega; algo vacío, vano o superficial; la permanencia momentánea, un placer efímero; y como naturaleza muerta, algo arrancado a la vida.
El Museo Arocena, en colaboración con el Museo Nacional de Arte y el Instituto Nacional de Bellas Artes, tienen el honor de presentar esta exposición que reúne medio centenar de obras relativas al género de la naturaleza muerta, presente en obras de grandes artistas principalmente mexicanos del siglo XVIII al XX. La aportación de la colección Arocena, mediante obras pictóricas de procedencia europea y artes decorativas, resuena en las piezas que el MUNAL nos propone desde su destacadísimo acervo, así como con la incorporación de obras pertenecientes a importantes colecciones privadas, mexicanas y extranjeras.
Agradecemos al Museo Nacional de Arte y a la larga lista de personas, artistas y colecciones que han hecho posible esta exposición, con su generosa disposición contribuyen a consolidar el rol del Museo Arocena como líder regional en la interpretación del arte y la historia.
Museo Arocena
Gabriel Fernández Ledesma (1900 – 1983)
Naturaleza muerta con barco, 1939
Óleo sobre tela
Museo Nacional de Arte, INBA
El deleite de los sentidos
Adquirir consciencia de lo efímero de la existencia es fundamental para generar expresiones que hagan énfasis en el deleite de la vida misma, contemplar el acontecer y su desenvolvimiento a través de los sentidos captura la profundidad del fenómeno que significa estar vivo y rodeado de seres vivos. Es justo eso lo que persigue el artista con su obsesión visual, agotar en el lienzo las implicaciones de su experiencia: de aquí proviene lo que se conoció, durante el siglo XVII en los Países Bajos, como stilleven, en Italia como cosi naturali, en Francia como vie coye, en España como inanimatus y en México como naturaleza muerta, locuciones que refieren a las pinturas de objetos inanimados. Cocinas, puestos de mercado, mesas servidas, postres y dulces, frutas, flores, cerámicas, copas, vasijas, cacharros, instrumentos musicales y animales, son algunos de los elementos, entre muchos otros, representados en las stilleven o still life, en su vocablo anglosajón. Con ese mismo término se titula la obra de Sam Taylor-Johnson, la cual evidencia lo que sucede con el paso del tiempo, a una clásica composición de frutas dispuestas como naturaleza muerta. Los estragos del tiempo causan putrefacción y manifiestan claramente el propósito oculto en las obras pictóricas del mismo género: servir como recordatorio de la mortalidad.
Todo ello refleja un momento en la memoria que se hace presente en una expresión plástica que, además de insinuar la muerte, nos permite disfrutar en todo su esplendor los elementos que deleitan los sentidos: desde la mirada por la maestría pictórica de los artistas, hasta el olfato, el gusto y el tacto, estimulados por objetos que reconoce la memoria. La vida es movimiento, pero en la pintura de cosas naturales, la vida se encuentra estática, petrificada, es el tiempo contenido al servicio del espectador.
Antonio Pérez de Aguilar (Activo 1749 – 1769)
La alacena del pintor, siglo XVIII
Óleo sobre tela
Museo Nacional de Arte, INBA
La representación fidedigna del natural
Engañar a la vista y desarrollar la habilidad de trampantojo requiere destreza y gracia para recrear e imitar la realidad del volumen, la luz, la textura y la profundidad de objetos en un soporte completamente plano. Artistas flamencos, españoles y mexicanos han contribuido a este engaño del común entendimiento humano para trazar elementos cotidianos presentes en cocinas y estancias por medio de bodegones o escenas de flores, subcategorías de las naturalezas muertas. Los bodegones, de origen hispano, retratan el orden de diversos objetos de cocina y se enfocan principalmente en los dramáticos efectos de luz y sombra. Las piezas de flores presentan meticulosos detalles de pétalos, tallos y vasos, herencia de la pintura flamenca que sirvió como fuente de estudios botánicos y como manifestación del desarrollo agrario derivado del éxito comercial de flores consideradas exóticas desde 1600. Los pintores vertieron en diversas composiciones su visión de lo cotidiano, plasmaron lo que sus ojos veían y mantuvieron cautivo el instante y la realidad de su tiempo.
Ezequiel Negrete Lira (1902 – 1961)
Vendedora de cántaros, 1956
Óleo sobre tela
Museo Nacional de Arte, INBA
La representación del ámbito local
La naturaleza muerta es, sin duda alguna, una calca de la sociedad de la que emerge. Dentro de los bodegones se observa la afluencia económica y mercantil, la opulencia o la miseria de un pueblo, así como las estructuras sociales y los diálogos que establecen con su entorno. La mesa puesta nos afronta con lo cotidiano, nos ofrece aquello con lo que podemos sentirnos identificados.
En el México post-independentista, pintores como Agustín Arrieta, se enfrentaron a la crítica de la Academia por cultivar un tema que era considerado de segundo orden. En la actualidad se reconoce el valor de la pintura de Arrieta y los impulsores del género en el siglo XIX por lograr un realismo pictórico finamente detallado que mostraba elementos característicos del ambiente mexicano: cestos de mimbre, ollas de barro, platos de talavera; así como verduras y frutas que formaban parte de escenas cotidianas de la provincia mexicana fueron referentes para artistas autodidactas como Hermenegildo Bustos.
El bodegón y el entorno social
En ocasiones las composiciones tradicionales de naturaleza muerta se encuentran adscritas a otros géneros pictóricos, ejemplo de ello es la pintura de castas. Género que floreció durante el siglo XVIII en Nueva España, en donde se representaba de manera idealizada la vida cotidiana y el mestizaje del Nuevo Mundo con el propósito de ilustrar la vida de los personajes y darlos a conocer en el viejo continente. Los artistas destacaron las características físicas y las actitudes de los retratados con la misma importancia que el trazo de los objetos novohispanos dispuestos como elementos decorativos en mesas, u ordenados para compra venta en mercados itinerantes.
Las alacenas, en contraste, reprodujeron bodegones divididos y ordenados en repisas que describen la vida y entorno del propietario. Desde obras como La alacena del pintor de Antonio Pérez de Aguilar que presenta los objetos que necesita un artista tanto para su oficio: pinceles, libros e instrumentos; como para la vida diaria: platos, copas, botellones y cestas. Tradición que continua vigente y que Lola Álvarez Bravo captó detrás de una cámara fotográfica casi 200 años después de que Pérez de Aguilar terminara su obra. Lola Álvarez Bravo capturó el instante de los objetos dispuestos en una cocina campesina del estado de Guerrero.
Artistas que con siglos de diferencia mostraron la diversidad de los bodegones en múltiples ámbitos sociales, desde la representación etnográfica de Nueva España hasta los artefactos que utiliza un pintor y toda persona a lo largo de la vida.
Tina Modotti (1895 – 1942)
Guitarra, canana y hoz, s/f
Plata sobre gelatina
Museo Nacional de Arte, INBA
La experiencia moderna
La naturaleza se retrató con verismo hasta el siglo XIX. La representación tradicional derivada de la visión flamenca que ponderaba la imitación fiel del natural se vio opacada casi por completo en la primera mitad del XX. La vertiente en la que trabajaron los artistas mexicanos de estos años se ancló de técnicas e interpretaciones, validadas por medio de las ideas y los manifiestos de movimientos vanguardistas como el cubismo, expresionismo, surrealismo y abstraccionismo, cuyo origen europeo tuvo gran resonancia en el arte mexicano. De este modo, se transformaron las formas a su expresingulo y l﷽ arcaica, tanto que la naranja se sintetizormas a su expresiñon n europeo tuyo ia as arte de la dieta cotidiana en Pueón más simple y arcaica, fue entonces que la naranja se sintetizó en esfera, la sandía en triángulo y la copa en cilindro.
Roberto Montenegro, Rufino Tamayo y Gabriel Fernández Ledesma, por su lado, pintaron naturalezas muertas para asimilar el cubismo y experimentar con la descomposición de las figuras al hacer visible simultáneamente varios de sus lados. Rosa Rolanda representó elementos de la gastronomía tradicional mexicana con un afán nacionalista, lo que le permitió incluirse en el modo de expresión que la Escuela Mexicana de Pintura había emprendido. Otros artistas como Alfonso Michel y Antonio Rodríguez Luna matizaron los colores de sus paletas y se sirvieron de gruesos empastes con los que idearon una alquimia de la pintura con el fin de otorgarle tridimensionalidad.
La naturaleza muerta dejó de ser un género menor. En el siglo XX auxilió a los artistas que anhelaban nueva expresividad y experimentación tanto colorista como compositiva. Fue un tema muy socorrido y trabajado por creadores sedientos de nuevos estudios pictóricos.
La fotografía del objeto natural
El uso de la cámara fotográfica como herramienta artística tuvo mayor alcance en México en las primeras décadas del siglo XX aunado al movimiento estético de la nueva objetividad y de la fotografía directa. La producción de imágenes nítidas de carácter documental, no manipuladas, con encuadres limpios, pronto convirtió a la fotografía en un nuevo medio para producir naturalezas muertas.
Detener el paso del tiempo resultó una posibilidad ante el registro fotográfico. Tina Modotti, artista de origen italiano, llegó a México en 1923 y se convirtió en una de las impulsoras de esta nueva visión, derivada de las enseñanzas fotográficas del estadounidense Edward Weston. Modotti elaboró composiciones de elementos aislados en imágenes fotográficas a la par de un trabajo que plasmaría la lucha social y la vida cotidiana del pueblo mexicano.
El lente de Modotti, asistido por la exposición a la luz natural, resaltó detalles de los objetos de sus composiciones que pasarían inadvertidos de no ser por su impresión en el papel fotográfico: las pencas, los alcatraces, los lirios, las rosas, las cañas y los geranios exhiben diferentes aproximaciones a la materialidad de los objetos, revelando la perfección de la naturaleza. Por otro lado, representó objetos ordenados por ella misma, para crear alegorías de la lucha revolucionaria como en la obra Guitarra, canana y hoz. La disposición de objetos aislados tanto naturales como artificiales otorgó a Modotti una libertad creativa nunca experimentada en la naturaleza muerta, la composición que favorece el primer plano y el encuadre cerrado sirvieron como referente para continuar el género entre artistas de la fotografía e incluso, más tarde, del video.
Agradecimientos
Secretaría de Cultura
INBA / Museo Nacional de Arte
Patronato del Museo Nacional de Arte
Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble
LACMALab / Los Angeles County Museum
ForYourArt / Bettina Korek
John Baldessari / JAB Art Enterprises
Sam Taylor-Johnson / Daniella Wells-Cole
Exploratorium. The Museum of Science, Art and Human Perception
Antonio del Valle Ruiz / José Ignacio Aldama González
Beatriz Mendívil Gutiérrez /Rocío Miranda García
Filiberto Solís Cabrera / Graciela María Guadalupe Sánchez Drasdo Albuerne / Areli Murcia