GABINETE ESQUINERO

FICHA TÉCNICA

Gabinete esquinero
hacia 1700. Caoba con marquetería en madera de satín
Países Bajos.
Colección Arocena

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FICHA COMENTADA

Todo mueble puede ser “leído” como un documento que data de la época en que fue creado. Testimonio de las técnicas artísticas de su momento, refleja la realidad económica y tecnológica de su tiempo y los estilos artísticos correspondientes.

En este sentido, hay una diferencia substancial entre la caracterización de un mueble como “de época” o “de estilo”. En el primer caso, se trata de la correspondencia a un periodo en concreto; en el segundo, de una manera que puede traspasar siglos o ser revisitada desde el presente. A primera vista, este gabinete esquinero de la colección Arocena responde estilísticamente a una manufactura holandesa del XVII, sin embargo, habría que estudiar más a profundidad sus detalles tecnológicos ya que esta brecha histórica podría ampliarse al siglo XIX, probablemente.

El siglo XVII es conocido como la Edad de Oro por muchos motivos. En un corto periodo, los países Bajos se transformaron de una región relativamente periférica a un país donde la economía, las artes, las ciencias y la tolerancia política prosperaban. Las Provincias Unidas proclamaron su independencia en 1581 y fueron reconocidas oficialmente en 1648 por la Casa Real española después de la Guerra de los Ochenta Años. En este periodo, surgieron importantes escuelas de pintura en Ámsterdam, Delft, Haarlem, Utrecht y Dordrecht. Asimismo, se desarrollaron una variedad de géneros pictóricos y la producción de las artes decorativas prosperó.

Las antiguas piezas de mobiliario elaboradas en pesada madera de roble fueron sustituidas por maderas exóticas y líneas más ligeras en parte por la influencia de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales VOC (1602 – 1795). Esta empresa importó materias primas exóticas como la madera de ébano, palisandro y acebo del cabo; así como manufacturas y productos comestibles. La apertura de las rutas de comercio fue clave en la divulgación de modelos decorativos y la popularización de nuevas tipologías en el mobiliario. El siglo XVII es conocido en la historia del mueble por el auge de los gabinetes en sus distintas variedades regionales.

Los ebanistas holandeses se establecieron en París y adoptaron con entusiasmo la técnica de la marquetería, es decir, la decoración con delgadas láminas de madera en distintos colores y acabados, formando diseños geométricos, de inspiración arquitectónica y sobre todo, con motivos florales. Uno de estos artistas fue Pierre Gole (1620 – 1684) quien se estableció en la capital francesa en 1643. Tan sólo ocho años después, sería nombrado ebanista del rey Luis XIV, incrementando así la atracción por la calidad de las manufacturas holandesas en la corte y asimilando hacia los Países Bajos el gusto francés en la ornamentación.

En la década de 1650, Amberes fue el centro de producción de mobiliario más importante de toda la región: los gabinetes eran manufacturados en grandes cantidades para su exportación a otros países europeos, especialmente hacia el mercado francés.

En el siglo XVII aún no se diferenciaban del todo la función de cada habitación como en nuestros días. Lo habitual era deambular entre los llamados departamentos que podían contar con una cama con dosel para el descanso, poltronas para recibir a las visitas, una mesa bufetillo para la escritura y otra para el consumo de alimentos. Los gabinetes esquineros, de puertas rectas, interior amplio y tapa plana como el de la colección Arocena complementaban el ajuar y servían principalmente para almacenar los utensilios de mesa.

En contraste con el pragmatismo rectilíneo del esquinero que desplanta sólido sobre tres patas de incipiente estilo cabriolé, el repertorio ornamental en los cantos frontales y el superior resulta rítmico y armonioso. Esta expresión decorativa nos remonta a motivos del pasado clásico, en concreto de la antigüedad romana y el Renacimiento.

Los jarrones con guías de flores ascendentes donde se muestran hojas de acanto, cintas, zarcillos, roleos de curvas y contra curvas son conocidos como candelieri, un tipo de ornamentación que surgió en Italia durante el Renacimiento tras el descubrimiento de las pinturas murales en las ruinas de la Domus Aurea, construida por Nerón hacia el 64 d.C. en la ciudad de Roma. El formato más común es el encuadrado dentro de un rectángulo en formato vertical tal como aparece sobre las puertas, con la particularidad que las esquinas han sido suavizadas en línea cóncava.

Estos candelieri se componen de un pedestal a manera de base formada con dos hojas de acanto, el vaso principal y el remate floral. En este caso se trata de un vaso tipo ánfora de tipología griega y unas flores que, con la debida distancia, pudieran asemejar al tulipán, quintaesencia de lo holandés. No olvidemos que la naturaleza muerta fue uno de los géneros pictóricos de mayor práctica e importancia en los Países Bajos durante el siglo XVII, por lo que no es de extrañar que el motivo haya sido adaptado en las puertas y que en la tapa superior veamos un canasto con flores sobre sendas hojas de acanto y rematado por una mariposa, símbolo que desde la vanitas se relacionó a la esperanza y el renacer a una nueva vida.

A finales del XVII, los Países Bajos cedieron su poderío económico y cultural a países rivales como Inglaterra y Francia. Al mismo tiempo, ascendieron las nuevas ideas ilustradas a lo largo y ancho de Europa. Poco después de la Revolución Francesa de 1792, la región cayó bajo el dominio francés terminando así con esta Edad de Oro. Las artes decorativas de su época sucumbieron también a los estilos de marcada influencia francesa: el ornamentado rococó y, posteriormente, el neoclasicismo.

Debido al tránsito en el tiempo que conllevan los muebles en su uso cotidiano, es difícil encontrar alguno que aún conserve en su totalidad las características originarias de su momento de creación. Objeto de múltiples modificaciones, adaptaciones y “actualizaciones” el mobiliario no parece despertar la misma reverencia que una pintura o escultura. Aún así, los muebles, al igual que las pinturas, son capaces de acumular memoria y por ende, de evocar el pasado. Su sola contemplación despierta en nosotros un sentimiento que va más allá de los planteamientos estéticos del momento y de los gustos personales de cada uno. Ante nuestros ojos, la biografía de un objeto atraviesa la historia y, con su sola existencia, la sobrevive.


BIBLIOGRAFÍA

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RECURSOS WEB

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