ESCENA DE COCINA Y BODEGÓN

FICHA TÉCNICA

España, primera mitad del siglo XX

Óleo sobre tela

Colección Arocena

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FICHA COMENTADA

Durante la Edad Media y el Renacimiento, la pintura religiosa fue el género imperante en las representaciones pictóricas europeas. Sin embargo, durante el siglo XVI, esta tendencia tuvo un cisma importante a partir de un fenómeno que dividió no solamente a la producción artística, sino al mismo continente: la Reforma Protestante.  

Las propuestas de Lutero, y en especial su énfasis en el desarrollo de una relación sin mediaciones del individuo con Dios, provocó que el mecenazgo religioso desapareciera y que este tipo de imágenes comenzaran a escasear en los países del norte europeo. Esta situación originó, especialmente en los Países Bajos, nuevas tipologías que se desarrollarían con especial fuerza durante la segunda mitad del siglo XVI y todo el XVII: una vez que escenas cotidianas, paisajes o naturalezas muertas fueron géneros en los que los artistas incursionaron una vez que encontraron dificultades en la producción de obras de temática religiosa.

 

 

En la pintura holandesa, la pintura de bodegones recibió el nombre de stilleven (que se traduce como ‘Naturaleza calma’). El nuevo género ofreció a los artistas la libertad de experimentar  con el color, la composición, y las formas caprichosas de flores, frutos, y productos de caza, representaciones que despertaron un intenso gusto burgués que hizo que estas piezas pronto tuvieran una amplia aceptación en el norte europeo. Posteriormente, el género emigró también a los países católicos del sur, en donde la pintura religiosa, aunque severamente restringida por los reglamentos de la contrarreforma, seguía produciéndose con mucha demanda.

Uno de los primeros pintores que asimiló el nuevo género en los países católicos fue Caravaggio. Su pintura de 1599, Cesta de fruta, es una de las primeras representaciones naturalistas en Italia de un conjunto de frutos como motivo principal, sin intermediación de una figura humana. Esta tendencia caravaggista, en conjunción con el tenebrismo también inaugurado por el pintor, fue asimilada pronto en España donde adquirió características particulares de la mano de los grandes pintores del siglo XVII, en particular dentro de la región toledana y posteriormente en los artistas de origen andaluz.   

Canestra di frutta
Caravaggio

El castellano Juan Sánchez Cotán es reconocido como uno de los padres del género en la península ibérica, donde fue bautizado como bodegón, posiblemente haciendo referencia al espacio interior y oscuro descrito por el pintor a través de un naturalismo tenebrista, que después también utilizarían artistas como Francisco de Zurbarán y Diego de Velázquez. El dramatismo en los efectos lumínicos que permitían acentuar los volúmenes y las texturas de los objetos retratados se expandió rápidamente por diversas regiones españolas, y aunque la pintura de bodegones prosperó de manera particular, el género fue muchas veces considerado como menor, especialmente en contraposición con la pintura religiosa. El pintor y teórico Vicente Carducho escribió en sus Diálogos de la pintura… de 1633: “los artífices que poco han sabido o poco se han estimado, abatiendo el generoso Arte a conceptos humildes, como si viene hoy, de tantos cuadros de bodegones con bajos y vilísimos pensamientos” a lo que Francisco Pacheco contestó en su El arte de la pintura de 1649, en donde menciona la pintura de su yerno, Diego de Velázquez: “¿pues qué? ¿los bodegones no se deben estimar? Claro está que sí, si son pintados como mi yerno los pinta, alzándose en esta parte sin dejar lugar a otro y merecen estimación grandísima: pues con estos principios y los retratos… halló la verdadera imitación del natural”.

EL BODEGÓN COMO SÍMBOLO

Aunque en sus orígenes los pintores católicos siguieron de cerca el profuso detalle, sencillez temática y espíritu alegre de su contraparte protestante, pronto el género comenzó a tener matices simbólicos, y místicos a través de las representaciones de alimentos y productos de caza en la pintura: “una sensibilidad humilde y grave, profunda e impregnada de un sentimiento casi religioso, que ordena los objetos con valor de trascendencia, es lo que hay de nuevo y personal en los primeros artistas españoles de este género.” (Pérez Sánchez, 2010)

 Los originales juegos experimentales de color y forma en las naturalezas muertas del siglo XVI se transformaron en el XVII hasta convertirse, en algunos casos, en recordatorios de la “vanidad de las glorias del mundo y la caducidad de la belleza”, imágenes que permitían contemplar lo efímero de la vida bajo los símbolos de flores a punto de deshojarse o frutos en decadencia, acompañados de cráneos, relojes de arena, velas a punto de consumirse y otros instrumentos que servían como mensajes moralizantes acerca de la fugacidad de la vida y lo pecaminoso de dejar llevarse por los sentidos.

Fra Juan Sanchez
Cotan

Este sentido profundo es el que trataron algunos de los grandes pintores en su momento. Sin embargo, tratamientos más sencillos tuvieron mucha popularidad en la España del siglo XVII, convirtiendo al bodegón en el primer género cuyo coleccionismo dejó de pertenecer con exclusividad a la nobleza y al clero para introducirse en nuevos grupos sociales como la hidalguía, los comerciantes o grupos burgueses en general. El historiador Javier Portús señala que los precios más bajos que alcanzó este género fue de entre 50 y 100 reales, que, para una familia con cierta solvencia, representaba un gasto mínimo, recibiendo ingresos promedio de unos 50,000 reales anuales.

Esta afición por el coleccionismo del género fue creciendo durante el siglo XVII, y ya para los siglos XVIII y XIX se había convertido en un gusto bastante popular.  El lugar en el que se ubicaron los bodegones fue, con naturalidad, el de los comedores y estancias relacionadas a este espacio doméstico, pero también fueron ubicados en mesones y albergues. En la Nueva España, lugar donde el género tuvo un particular florecimiento en la primera mitad del siglo XIX, los pintores de flores y frutos producidos por la Academia de San Carlos fueron denominados Cuadros de Comedor.

EL BODEGÓN COMO NOSTALGIA

 No es casualidad entonces que en el comedor de la Casa Histórica Arocena también encontremos un par de bodegones. Las piezas cuentan con la particularidad de que pretenden sintetizar a principios del siglo XX varios momentos de la larga historia del género: el tenebrismo logrado a través del contraste dramático utilizado por los pintores del siglo XVII español, así como las escenas de cocina más populares y la pincelada abocetada de gusto decimonónico.

Uno de los cuadros incorpora más propiamente una escena de cocina que un bodegón. Un cazo reposa sobre una estufa con fogón en segundo plano, mientras el primero describe una mesa donde se están preparando los alimentos, destacando el corte de carne y el cuchillo recién utilizado. El segundo cuadro representa algunos alimentos de una mesa española: crustáceos y panadería se complementan con los chorizos de la mesa del fondo.

Francisco de Zurbaran

En ambas piezas, el fondo oscuro es una constante que refleja el gusto por los cuadros de  pintores de la línea de Sánchez Cotán o de Francisco de Zurbarán. Sin embargo, la presencia de elementos modernos como el pie de tarta o el cloché, utilizados hasta el siglo XVIII y XIX, resultan anacrónicos para el estilo que describen las obras. De esta manera,  es posible deducir que las pinturas se incorporan el género bajo una mirada historicista y nostálgica, propia de un gusto conservador de principios del siglo XX, como el de la familia Arocena. La falta de detalle en las obras permite suponer que fueron realizadas con motivos decorativos, y de carácter más bien popular, contrapuesto a las corrientes académicas de la pintura de bodegón que, aunque escasas, todavía poseían cierta vigencia para la época.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

ROMERO DE TERREROS, M. Bodegones y floreros en la pintura mexicana de los siglos XVIII y XIX. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Vol. IV, Núm. 14. ISSN 1880-3062. UNAM, Ciudad de México, 1946.

CALVO SERRALLER, F. La teoría de la pintura en el Siglo de Oro, Cátedra, Madrid, España, 1991.

PÉREZ SÁNCHEZ, A. Pintura barroca en España (1600 -1750), Cátedra, Madrid, España, 2010.

DOMINGUEZ ORTIZ, A. Velázquez. Museo Nacional del Prado, Madrid, España 1990.

  1. MAYER, A. La escuela sevillana de pintura, Cajasol Obra Social, Sevilla, España, 2010.

ROMERO ASENJO, Rafael. El bodegón español en el siglo XVII: desvelando su naturaleza oculta. Publicado por I & R Restauración y Estudios Técnicos de Pintura de Caballete. Madrid, 2009.