CLAVICÉMBALO

Taller de Benoist Stehlin (1732 – 1774)
Clavicémbalo
París (Francia), ca. 1760, con modificaciones hacia 1800
Madera dorada y pintura al óleo
Fundación E. Arocena / Museo Arocena

 

Por Sergio Garza Orellana

En muchos países de Europa, el primer tercio del siglo XVIII fue una época de expansión y enriquecimiento de la burguesía que expresó su estatus a través de lenguajes exuberantes en la ornamentación y decoración. En Francia, las viviendas de los aristócratas primero y las de la emergente clase comercial después, fueron espacios bien amueblados que, en forma y función, representaban los valores burgueses de privacidad, domesticidad y confort. La elaboración de estas formas novedosas, que ahora llamamos rococó, tuvo lugar como parte de una manera más relajada y naturalista de organizar la existencia y, por ende, de estilizar el arte y los objetos en habitaciones más íntimas y salones temáticos dedicados principalmente al esparcimiento.

La visión estética del periodo enfatizó los lazos entre las llamadas bellas artes como la pintura y la arquitectura hacia un amplio repertorio de objetos que comprendió, entre otros, el mobiliario, la orfebrería, los textiles y porcelanas que frecuentemente eran diseñados por prominentes arquitectos, escultores y pintores. Se trató de una búsqueda consciente de integrar, armónicamente, conjuntos persuasivos que desvanecieran las fronteras de lo considerado arte, diseño y manufactura, todo aplicado a la fastuosa ambientación de habitaciones o exteriores.

Elaborado así para los ámbitos privados antes que los cortesanos, el rococó fue un estilo de vida al que sus contemporáneos nombraron goût moderne -gusto moderno-, o bien, genre pittoresque -modo pintoresco-. Lo que caracterizó a este fenómeno estilístico y social fue el acrecentado impulso de desplegar todas las artes de manera simultánea, como una forma coherente de modernidad con sus propias reglas, propagada visualmente a través de las distintas manifestaciones del arte, la música y el pensamiento.

LA FIESTA DE LA MÚSICA

Tal es el caso del clavicémbalo perteneciente a la colección Arocena, que reúne representaciones pictóricas y estilización del mobiliario en un objeto que es, a la vez, instrumento y celebración de la música: todos los detalles de su ornamentación festejan diversas facetas y representaciones simbólicas de esta manifestación artística.

En el exterior de su tapa, la pintura hace referencia a la mitología grecolatina, representando al dios Apolo, patrono de las artes, en un descenso celestial, acompañado por dos figuras femeninas y encontrando a una tercera:  se trata de representaciones de algunas de las nueve musas, encargadas de inspirar a los artistas en su oficio. Probablemente las dos primeras sean Terpsícore, quien preside sobre la danza; y Clío, sobre la historia; mientras el encuentro sea con Euterpe, la protectora de la música, representada con una pandereta y rodeada por sátiros y ninfas.

En el interior de la tapa se representa una escena bucólica que también recuerda la utópica Arcadia, en esta ocasión habitada por seres divinos y mitológicos, entre los que destacan una treintena de amorcillos. Este palacio es presidido por la representación alegórica de la música, una dama vestida de rosa y azul, quien tañe una lira al tiempo que intercambia una partitura con uno de sus ayudantes. Destaca de esta composición el contraste del parterre francés y la formalidad del jardín en el fondo con el diseño romántico del jardín inglés en el primer plano, donde destaca una rica fuente con motivos antropomorfos.

A lo largo del costado fueron representados diversos instrumentos musicales que en ocasiones acompañaban al clavicémbalo durante el siglo XVIII. Algunos todavía perviven como el pandero, el triángulo y el violín; diversos tipos de instrumentos de viento, mandolina o castañuelas; pero también otros que ya no son utilizados comúnmente, como la pochette, parecido a un violín delgado o la viola de rueda, un instrumento de cuerda que también incorporaba un teclado.

AUGE Y DECLIVE DEL CLAVICÉMBALO

En las reuniones de la burguesía francesa del siglo XVIII el clavicémbalo devino protagonista. Este voluminoso y complejo artefacto fue el instrumento privilegiado por la corte del rey francés Luis XIV, quien promovió fuertemente un gusto particular por su sonido a través del mecenazgo de importantes compositores. Tras su muerte en 1715, el clavicémbalo tuvo otra suerte: Luis XV, su sucesor, consideró que la música era un mero ornamento dentro de su corte, y abandonó su patrocinio.

Rechazado por la realeza, el gusto forjado por su timbre particular halló un nuevo nicho en los conciertos privados de la burguesía parisina. Así, desde 1720 y hasta 1770, la aristocracia urbana promovió la era dorada del instrumento a través de la búsqueda paralela por un nuevo estilo, denominado música galante, que se alejó de los complejos contrapuntos del barroco, para rescatar sencillas y pegadizas melodías que siguieron el gusto moderno por la simplicidad placentera, la ligereza y la despreocupación. Autores franceses como Jean Philippe Rameau (1683-1764) o François Couperin (1668- 1773) desarrollaron composiciones que llevaron al instrumento a su auge, un “canto de cisne” del clavicémbalo, pues fue mayoritariamente desplazado por el fortepiano tras la Revolución Francesa, y posteriormente por el piano actual.

El clavicémbalo, en ocasiones también llamado clave o clavecín, es un instrumento de cuerda pulsada, como el arpa o la guitarra, en donde la acción es ejecutada por una serie de spinas, delgadas uñas unidas a unos bastoncillos que se mueven al tocar las teclas del instrumento. Esta acción, a diferencia de sus sucesores, no permitía variaciones de volumen, como en el pianoforte, donde la acción es ejecutada por un martillo que percute las cuerdas. 

La roseta inserta en la caja de resonancia generalmente se utilizaba para identificar a su fabricante. En este caso, probablemente se trate de una pieza del taller de Benoist Stehlin, un artesano austriaco que vivió en la ciudad de París a mediados del siglo XVIII. De ser así, este sería uno de los pocos instrumentos de su taller que todavía se conservan, junto con otros ejemplares en museos de Berlín (Alemania), San Quintín (Francia) y Washington (EUA).

Mientras que la estructura del instrumento fue realizada en torno a la década de 1760, la tapa probablemente tuvo modificaciones posteriores, práctica usual en los instrumentos de este tipo que permanecieron en uso hasta mediados del siglo XIX. Aunque los registros señalan que el taller de Stehlin fue uno de los más fructíferos de su época, muchos de los instrumentos que fabricaron fueron destruidos durante la Revolución Francesa.

BALAZO 1: ROSETAS Y AUTORÍA

Al igual que en muchos otros instrumentos musicales, el delicado sonido de las cuerdas pulsadas del clavicémbalo necesita de una gran caja de resonancia, ésta es la que da la forma característica y timbre particular a este instrumento.

En ella, el sonido es amplificado y conducido a través de orificios, que, hasta el siglo XVII, eran múltiples. A partir del siglo XVIII éstos pasaron a ser solo uno, y fueron decorados con “rosetas”, que incluían generalmente representaciones de ángeles con instrumentos musicales y las iniciales del fabricante, a manera de “marca” comercial. . En la imagen de la izquierda es posible ver una de las rosetas del holandés Andreas Ruckers. En el caso del clavicémbalo Arocena ésta tiene las inciales “SB”, de su fabricante Benoist Stehlin.

 

ANDREA RUCKERS, Clavicémbalo, Amberes, 1607.
National Music Museum. The University of South Dakota.

BALAZO 2: OBRAS RELACIONADAS DE LA COLECCIÓN AROCENA

 

Retrato de Madame Molé-Reymond
A partir de Élisabeth Louise Vigée Le Brun
Francia, siglo XIX
Pastel sobre papel

El óleo del que deriva la obra de la colección Arocena, fue pintado en 1786 por una de las pintoras más conocidas de la corte de Luis XVI, y representa una popular actriz de la época.

BALAZO 3: ¿CÓMO FUNCIONA UN CLAVICÉMBALO?

El clavecín es un instrumento de cuerda pulsada, como el arpa o la guitarra, donde la acción es ejecutada por una serie de spinas (5)delgadas uñas unidas a bastoncillos (6) que se mueven al tocar las teclas del instrumento.  Cuando la tecla es presionada (B), la spina se mueve hacia arriba y pulsa la cuerda (4), emitiendo el sonido (C). Una vez que la tecla deja de ser presionada, el mecanismo permite  que no se pulse una segunda ocasión de regreso (D). Por su misma naturaleza, este sistema no permite variaciones de volumen, lo que sí hizo su sucesor, el fortepiano, de cuerda percutida.

 

Imagen: Wikimedia Commons