LOS CAMINOS DEL MARFIL

Inmaculada Concepción
Anónimo hispano-filipino, siglos XVII-XVIII. Marfil tallado. Colección Arocena

 

Por: Sergio Garza Orellana

El marfil es uno de los materiales más apreciados tanto en Oriente como en Occidente. En Europa, la talla de esculturas en marfil prosperó desde la Época Helenística (siglo III a.C.). Asimismo, floreció a todo lo largo del Imperio Romano (100 a.C. – 476 d.C.) cuando los escultores contaban con un excelente abasto de materia prima. Aunque durante la Edad Media este material escaseaba en Europa Occidental, la tradición continuó en ciudades como París, Roma y sobre todo en los reinos árabes de la península ibérica.

Desde la antigüedad, todo el comercio de Europa con los reinos orientales se dio a través de la llamada Ruta de la seda, que involucraba una larga travesía por el mar Mediterráneo, y una ruta terrestre de más de 12,000 kilómetros. La longitud de esta ruta, el tiempo en realizar el recorrido y los peligros del camino provocaron grandes pérdidas a los comerciantes que decidían exportar e importar seda, especias, piedras preciosas, animales exóticos, y por supuesto, marfil. El dominio de los pueblos árabes sobre esta ruta y los altos impuestos que se cobraba por el tránsito de mercancía forzaron a los reinos ibéricos a buscar vías alternativas de comercio con oriente: Portugal se apoderó de la ruta marítima que bajaba por África, atravesaba el Cabo de Buena Esperanza y seguía su travesía por el océano índico hasta llegar a las costas de China o Filipinas. Por su parte, España decidió apostar por un nuevo camino hacia el oeste, descubriendo, a su paso, el continente americano. 

Las nuevas rutas llevaron a los españoles hacia Filipinas, vía la Nueva España; mientras que los portugueses establecieron contacto con la India a través de los puertos de Goa y Cochín como centros estratégicos; además de la Isla de Ceilán y algunos puertos en China como Macao, aparte de importantes enclaves en las costas africanas. Estos caminos posicionaron a la Nueva España como uno de los espacios de mayor confluencia de tres continentes, relacionando culturas complejas y disímiles: Asia, Europa y la misma América.

Una de las rutas marítimas más importantes de esta época fue la que emprendió el galeón de Manila, también conocido como la Nao de China, que realizó su primer viaje en 1565, partiendo de la ciudad filipina hacia el puerto de Acapulco, ciudad que se convertía, durante las dos veces al año que llegaba la embarcación, en un concurrido lugar en donde se desvelaban las exóticas mercancías que portaba el galeón. A su vez, la Nao de Acapulco salía del mismo lugar con grandes cantidades de plata novohispana que atravesaban el oceáno Pacífico hasta llegar a su destino filipino.  

El destino de muchas de las mercancías era el puerto de Sevilla, en España, centro neurálgico de la actividad marítima entre Europa y América. Sin embargo, una gran cantidad de objetos nunca salieron de las tierras mexicanas, debido a que la pujante sociedad burguesa criolla de los siglos XVII y XVIII se apoderaron de muchos de los objetos. Así, la ruta comercial Sevilla – Veracruz – Acapulco – Manila se convirtió en la vía principal del imperio hispánico en sus relaciones con oriente.

UNA CREACIÓN GLOBAL

Este complejo camino provocó un importante intercambio cultural entre los tres continentes que se atestigua en las piezas elaboradas con el marfil de elefante asiático.

Tanto España como Portugal se valieron de las habilidades de los artífices locales para impulsar el desarrollo de las manufacturas autóctonas destinadas al comercio ultramarino, como es el caso de la talla en marfil y su exportación a los virreinatos americanos y las metrópolis europeas. Los marfiles orientales para exportación debían ajustarse al gusto occidental en cuanto a modelos escultóricos y de iconografía se refiere, aunque al ser realizadas por artesanos nativos, la interpretación de motivos y formas tuvo rasgos muy distintivos.  

En Filipinas, los marfiles chino-hispánicos eran esculpidos por los sangleyes, es decir, chinos residentes en las islas. En India y Ceilán, las tallas eran realizadas por la población local, lo que se conoce como obras de origen indo-portugués. A pesar que entre las esculturas de una u otra proveniencia existen sutiles diferencias, como la talla de cabello, ojos, manos y expresiones faciales; en ambas prevalecen estilos artísticos europeos como el tardo gótico, el renacentista y el barroco. 

La colección Arocena dispone de un importante acervo de piezas destinadas para el culto personal que datan de los siglos XV al XVIII: vestigio de las antiguas rutas de comercio que unieron bajo una misma manufactura todos los continentes del globo. 

Tal es el caso de la Inmaculada Concepción que se exhibe en la sala de Arte Virreinal del Museo Arocena. El rostro sereno, la boca fina, los ojos oblicuos, el cabello trabajado como mechones lineales que caen sobre los hombros y la espalda, las manos alargadas y los suaves pliegues del manto y la túnica, vinculan esta talla con la escuela hispano-filipina de talla de marfil. Como en muchas otras piezas, es evidente la curvatura de los colmillos de elefante.

 

EL MUNDO EN EXPANSIÓN

La mayoría de modelos utilizados por los artífices filipinos para la talla de estos objetos provenía de libros de modelos gráficos originados en el norte de Europa, en especial en grabados producidos por las imprentas de Amberes. Sin embargo, pronto los pueblos filipinos, chinos e indios interpretaron estos modelos según su propia cultura, adoptando también, durante los siglos XVII y XVIII, modelos barrocos procedentes del mundo hispánico, como la Inmaculada Concepción, propia de la monarquía española que tuvo arraigo en todos sus territorios, desde la península ibérica hasta los virreinatos americanos y el archipiélago filipino. 

La Inmaculada Concepción es producto de un largo desarrollo, que tiene origen en las visiones transcritas por san Juan en el libro de la Apocalipsis, pero  también de algunos versos del Cantar de los Cantares, su desarrollo en las letanías lauretanas, y la representación gráfica de este misterio divino, desarrollado especialmente en el sur de España. 

Una pequeña pieza revela el crisol de influencias de un mundo cada vez más extenso, pero, a la vez cada vez mejor conectado. La escultura es el vestigio de los lazos que unieron creencias hispánicas con la maestría de artesanos orientales, y resumen una larga travesía emprendida por centenares de personas que zurcaron por primera vez largos océanos.

 

INFORMACIÓN ADICIONAL:
EL ORIGEN DEL MARFIL

El término “marfil” proviene del árabe “mar-al-fil”, refiriéndose principalmente al colmillo del elefante, aunque después la palabra se haya extendido hasta abarcar huesos de otros animales: el colmillo de hipopótamo, el del narval, la morsa, la ballena, o de animales hoy en día extintos como el prehistórico mamut. Usualmente se suele hacer una doble distinción entre el marfil procedente de estos desaparecidos animales, denominado “marfil muerto”, del “marfil vivo” que ha sido extraído de un animal con vida. 

 

PROCESO DE LA ESCULTURA EN MARFIL

Las cualidades físicas del marfil hacen que este material sea de una flexibilidad tal que permite la talla del mismo de manera inmediata después de la remoción. Las diferentes formas que adoptan los colmillos en las especies de elefantes pueden ser perfectamente aprovechadas por la imaginación de los artistas para crear un lenguaje escultórico único para este material.  

 

EL MARFIL EN LA ACTUALIDAD

Mientras históricamente el marfil fue uno de los productos de lujo más preciados para la elaboración de artes decorativas o esculturas, el extenuante comercio que surgió de las bolas de billar, botones, y otros artículos personales a mediados del siglo XIX puso en peligro a varias especies, así como provocó la extinción de muchas de éstas. En la actualidad el comercio de marfil está terminantemente prohibido por la mayoría de los países alrededor del mundo. El elefante asiático está incluido en la lista de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales (UICN) desde 1977, y el elefante africano desde 1990.