Elegía del Anáhuac. Pintura de Eric Pérez.

El toponímico Anáhuac nombra al valle de México.  No obstante, para Eric Pérez (Ciudad de México, 1972) “Anáhuac” designa tanto un territorio concreto como una idea, es decir, un territorio mental.  En Elegía del Anáhuac encontramos ecos de un pasado histórico y artístico que emerge como una presencia fantasmal en nuestros días. Sincrónica y diacrónica a la vez, la pintura de Eric Pérez concentra historia, mito y presente en una síntesis atemporal que es inquietante como el mismo devenir del valle de México. Este proyecto iniciado por el artista en el 2012 y que continúa en proceso de creación, se muestra por primera vez al ojo público en el Museo Arocena.

Este proyecto consta de escenas surgidas de una reflexión personal sobre México. La perspectiva más importante tiene que ver con una fijación del espacio: el valle del Anáhuac, y una exploración permanente de las múltiples temporalidades superpuestas que nos constituyen como nación. Se trata de cuadros en los que lo histórico y lo mítico se funden en imágenes sintéticas, casi emblemáticas. Hablar de ellas como jeroglíficos tiene sentido en la medida en que se constituyen como misterios.

– Eric Pérez

Semblanza

Eric Pérez (Ciudad de México, 1972), ha expuesto su trabajo en exposiciones individuales y colectivas en México, Canadá, Estados Unidos y Austria. Obtuvo la beca Jóvenes Creadores del FONCA (2000, 2003 y 2006) y el Premio de adquisición de la XIII Bienal Rufino Tamayo (2006). Ha sido artista en residencia en el Centro Banff (2001 y 2008), becario de la Pollock-Krasner Foundation (2009) y miembro del Sistema Nacional de Creadores (2010-2013 y 2015-2018).

El Anáhuac como centro del mundo

México es la ciudad que dio nombre a un país. En su etimología náhuatl –“el ombligo de la luna”-, leemos un destino: el de ser el centro del mundo. La predestinación viene desde su mito fundacional: un peregrinaje concluido frente al águila posada sobre un nopal devorando una serpiente. Desde ese momento, la historia amparó a la ciudad de México como sede del poder central y destino privilegiado de la migración. En los últimos cincuenta años, la antigua metrópoli fundada por los mexicas sobre el lago de Texcoco ha sido sobrepasada por una noción territorial y poblacional mucho más amplia: la llamada Zona Metropolitana del Valle de México. La capital del antiguo imperio mexica, ombligo del valle del Anáhuac, ahora forma parte de una megalópolis que en su división política cuenta con dieciséis delegaciones pertenecientes al Distrito Federal, sesenta municipios del Estado de México y uno más en el estado de Hidalgo. En el 2011 la población de la Zona Metropolitana del Valle de México era de alrededor de 29 millones de personas y su extensión territorial de poco menos de 8 mil kilómetros cuadrados (INEGI).

Este crecimiento fragmentado y desordenado ha llevado al Anáhuac de una predestinación cósmica originaria a un abigarrado caos contemporáneo. La otrora región más transparente del aire enfrenta hoy en día problemas de movilidad, contaminación, sobrepoblación, escasez de servicios públicos y de justicia social, por sólo mencionar algunos. A manera de estrategia frente al caos, desde el museo intentamos comprender a la gran urbe a través de sus imágenes y representaciones, no de sus indicadores estadísticos. Cualquier intento racional nos parece insuficiente comparado con la expresividad de la que es capaz el arte. Basta con apreciar la muestra temporal Elegía del Anáhuac. Pintura de Eric Pérez que hoy presentamos con especial beneplácito en el Museo Arocena.em

  • Tenayuca
  • Taludes 2
  • Sur
  • Sumidero de Pantitlan
  • Sumidero de la luna
  • Poniente
  • Paseo de las cadenas
  • Paraiso perdido 2
  • La piedra de los Chalchihuites
  • Huitzilopochtli 2

El toponímico Anáhuac nombra al valle de México. [1] No obstante, para Eric Pérez (Ciudad de México, 1972) “Anáhuac” designa tanto un territorio concreto como una idea, es decir, un territorio mental. En esta serie pictórica que iniciara en el 2012 y que continúa en proceso de elaboración, observamos varios lugares de la memoria, memoria construida a partir de experiencias reales, pero sobre todo oníricas. Ésta última es una característica que podemos encontrar como constante en el corpus de la obra de Pérez, aunque en Elegía del Anáhuac adivinamos que toma nuevos rumbos: reflexiones acerca de  la identidad mexicana posmoderna en su confrontación al nacionalismo hegemónico aún imperante.

En efecto, la delimitación de fronteras y territorios es uno de los elementos que históricamente han otorgado identidad y cohesión a la nación, cualquiera que ésta sea. Por su parte, la conciencia de territorialidad puede convertirse en expresión estética de orden visual a través de la pintura de paisaje (Ramírez, 2004, pág. 269), lo que resulta paradigmático cuando se revisa la relación existente entre los procesos políticos y culturales relacionados a la formación del estado-nación mexicano durante el XIX y el peso emblemático que tuvieron las representaciones pictóricas de la ciudad de México y sus alrededores en ese mismo periodo. Las litografías de Pedro Gualdi (1808 -1857), de Ignacio Cumplido  (1811-1887) y Casimiro Castro (1826-1889); la pintura de Eugenio Landesio (1810-1879) y sus discípulos: Luis Coto (1830-1891) y principalmente, de José María Velasco (1840-1912) dan cuenta de la posibilidad de investir a las representaciones del valle de México como emblema que representa a la nación en su totalidad (Ramírez, 2004, pág. 283). Posteriormente a inicios del XX, el gusto modernista llevaría al paisaje a incorporar elementos alejados de la ambición mimética y de las vistas panorámicas, como es evidente en el simbolismo de Germán Gedovius (1867-1937) y los encuadres aéreos de Gerardo Murillo (1875-1964) que, sin embargo, no dejaron de estar cargados de una adecuada dosis de identidad nacionalista en concordancia a su propio tiempo.

En el recorrido por las obras que conforman Elegía del Anáhuac encontraremos sonoros ecos de un pasado histórico y artístico que emerge como una presencia fantasmal en nuestros días. Sincrónica y diacrónica a la vez, la pintura de Eric Pérez concentra historia, mito y presente en una síntesis atemporal que es inquietante como el mismo devenir del valle de México, de ahí que como él mismo lo afirme, sus cuadros tomen forma en “retazos de visión que más que decir algo, señalan de forma lacónica que aquí sucedió algo”. En apoyo a esta declaración, Pérez elabora, mediante una depurada técnica pictórica, crípticas advertencias de la debacle que se cierne sobre la metrópolis posmoderna si ésta persiste en el rumbo descontrolado y amnésico.

El acelerado proceso de crecimiento y fragmentación del valle de México en las últimas cinco décadas ha creado el collage único e irrepetible que es ahora la inmensa megalópolis (Krieger, 2001, pág. 132). Sostenida desde el mito y la historia; y alimentada por el aciago presente, la ciudad de los palacios se transforma a través de Elegía del Anáhuac en utopía, y por ende, una vez más, en el centro del mundo.

Adriana Gallegos Carrión. Curaduría Museo Arocena

 

Citas del Artista

Trabajar con la experiencia es erigir una vía simbólica entre el mundo exterior y la mente interior

Eric Pérez

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La idea de México, como cualquier idea de nación, reposa sobre una serie de relatos que van conformando una identidad colectiva a lo largo del tiempo

Eric Pérez

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Lo que sea que digan estos cuadros (…) lo hacen desde un estado de ánimo que nace de la conciencia de estar viviendo el momento crepuscular de un proyecto de nación 

Eric Pérez

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La nación es ante todo imaginaria

Eric Pérez

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Anáhuac es una especie de doble etéreo de México, una nación subyacente, como un ‘espejo enterrado’ que proyecta más que la imagen real de lo que somos, imágenes mentales de lo que fuimos, aspiramos a ser y pudimos haber sido

Eric Pérez

 

[1] Del náhuatl atlanahuac, palabra formada de atl (agua) y nahuac (rodeado), es decir: “rodeado de agua”. (no va a muro)