Arte Europeo

La colección Arocena está conformada por una gran variedad de objetos artísticos que la consolidan como una de  de las más importantes del país. Este acervo, reunido durante más de cien años, hoy está resguardado por la rama Belausteguigoitia Arocena a través de su fundación. A través de este extraordinario acervo es posible apreciar la evolución del arte y de las artes aplicadas en México y Europa, así como sus puntos de divergencia, encuentro e influencias.

El recorrido permanente se conforma de poco más de 300 obras distribuidas en dos grandes exhibiciones: El Arte del México Virreinal y El Arte Europeo. En esta exposición se pueden apreciar destacadas obras pictóricas, estupendos ejemplos de escultura policromada y en marfil, además de una amplia selección de platería virreinal, mobiliario y cerámica.

Las obras en esta exhibición fueron creadas entre los siglos XIV y XIX en los reinos que actualmente conforman España y otros países del Viejo Continente. En ese tiempo se desarrollaron importantes procesos de transformación social y política, que repercutieron en el descubrimiento y desarrollo de nuevas técnicas y formas de representación plástica.

Tradicionalmente, la historia del arte se divide en los estilos gótico, renacentista, manierista, barroco y neoclásico. Sin embargo, en distintas regiones europeas el desarrollo de cada estilo no era necesariamente idéntico, ni lo fue tampoco la interpretación de los artistas. Estas sutilezas deben ser consideradas en la observación de las obras. De ahí que durante esta visita guiada descubriremos aquello que hace de cada pieza algo único.

 

Piezas clave del Arte Europeo

El Museo Arocena te ofrece un amplio recorrido por la historia del arte, partiendo de los «primitivos valencianos», unas tablas medievales, hasta pintura del siglo XIX, pasando por arte renacentista, barroco, neoclásico, rococó, y muchos más estilos. A través de esta galería podrás conocer más, haciendo click en la imagen de la obra de tu interés.

 

«Las bodas de Caná», copia del orginal de Gérard David. Óleo sobre madera.

El pintor Gerard David conoció la fama en la ciudad de Brujas a finales del siglo XV. Su pintura es posterior a Jan Van Eyck, pero aún heredera de las tradiciones del gótico tardío. En esta estupenda copia del original, el detalle se ha tratado a la manera flamenca, con minuciosa atención en los objetos para el servicio de mesa.

«Arrepentimiento de San Pedro frente a Jesucristo», Anónimo Español, Óleo sobre tela, Siglo XVI.

Esta imagen se relaciona al momento de la Pasión en que Pedro se arrepiente tras haber negado tres veces a Cristo. El discípulo aparece arrodillado, con las manos entrelazadas, implorando perdón ante la columna del martirio. Las miradas se cruzan en un momento de gran intensidad dramática. Se percibe la relación de cercanía entre ambos, el dolor inflingido y la voluntad de perdón.

«Virgen con niño», anónimo italiano, óleo sobre lámina, siglo XVI.

En esta pintura se perciben importantes características del estilo renacentista como son la perfecta proporción de las figuras, la sencillez armónica de los colores y el orden, logrado por la composición triangular. Estas cualidades transmiten al espectador serenidad, mesura y equilibrio.

«San Juan Evangelista», Anónimo Hispano-Oriental, Marfil tallado y policromado, Plata repujada y cincelada. Siglo XVIII.

El uso combinado de materiales lujosos como el oro, la plata y el marfil en una sola obra es reflejo de las extendidas rutas de comercio y de la demanda de objetos suntuarios y exóticos por parte de las metrópolis europeas y americanas.

«Virgen de la inmaculada concepción», Bartolomé Esteban Murillo, Óleo sobre tela.

Uno de los modelos más difundidos por la escuela sevillana de pintura para representar a la Inmaculada Concepción fue el de Bartolomé Esteban Murillo. El pintor sintetizó los atributos marianos en escenas de gran calidez y luminosidad, con perspectivas aéreas que privilegian el punto de vista del observador.

«Escena en una taberna», Anónimo flamenco, Óleo sobre madera, Siglo XVII.

En la segunda mitad del siglo XVI, la temática de la pintura holandesa se diversifica en escenas de la vida cotidiana, naturalezas muertas, paisajes, retratos individuales y de grupo. Los burgueses compradores de arte sentían una especial predilección hacia las escenas de la vida cotidiana en virtud del reflejo que ofrecían de la vida social en las ciudades y en el campo.